YO NO ME HARÍA LA KERATINA

Nota introductoria: Si va a leer esto y ya se hizo la keratina, recuerde por lo menos éste de los cuatro acuerdos toltecas: “No te tomes nada personalmente”.

Eran las 3:30 a.m.. Da piedra despertarse a esa hora y no quedarse dormido de nuevo, ¿no le ha pasado? ¡Ay! A mi me pasa a cada rato… En todo caso me extrañó despertar y sentirme descansada. Prendí la luz y me miré al espejo: una cara desteñida con un par de cachetes colorados (como siempre) y detrás un enredo de crespos sin forma que solo querían decir una cosa: dormí como un bebé. Automáticamente me sentí mejor, porque de una u otra manera, concientemente entendía que había descansado, así que me pregunté ¿Qué pasaría si esos “jediondos” crespos enredados no estuvieran ahí para avisarme si dormí o no? Si me hiciera la keratina, siempre me quedaría la duda… Entonces decidí que no me la voy a hacer.

Habiendo tomado esa decisión tan trascendental en mi vida esta mañana, sentí que debía pensar en más fundamentos para respaldarme y me encontré con algo que no quiero ser: UNA FOTO. No les ha pasado que hay personas que siempre que uno las ve se ven iguales? A mí si, es como si… hostigaran. En el colegio tenían el pelo liso y usaban cola de caballo. En la universidad: pelo liso y cola de caballo. Y bastantes años después (no vamos a decir cuántos) llegan con el pelo liso y una cola de caballo, con los codos pegados a las costillas, batiendo las manitos y con la sonrisa de oreja a oreja a decir: ¡ME HICE LA KERATINA!. Aich, sorry, aquí entre nos yo la veo igualita, así que le pido que me explique: y a la larga entiendo que ahora puede verse igual de igual sin perder tanto tiempo en las mañanas con el secador y la plancha. Hablo en femenino porque ningún amigo mío se ha hecho aún la keratina (que yo sepa).

No me las voy a dar aquí de mamerta, ni voy a negar que soy extremadamente vanidosa, que tengo secador, cuatro cepillos de diferentes tamaños, caimanes de todas las clases existentes por si las moscas, tres tratamientos: cada uno para un peinado distinto, y una plancha para el pelo que tiene yo no se cuantas tecnologías y me costó un ojo de la cara. No señor, esa no es la idea. La idea es que soy de esas personas a quienes les gusta verse siempre diferente, entonces ahí el pelo en las mujeres juega un factor determinante: un día crespo, un día liso, recogido, suelto, enroscado, con capúl o flequillo, o como quiera llamarlo, o sin él, y eso si, para mí, siempre del mismo color (lo que pasa es que me da miedo esclavizarme si me lo pinto y ya se me empiezan a ver las canas). En todo caso, cada uno en su estilo, en su esencia, pero con alguito diferente, ala, por lo menos de vez en cuando.

Me levanto de ánimos distintos todos los días: a veces con cara de puño y otras veces no. Aunque ahora que lo pienso, lo de la cara de puño puede ser de vez en cuando, porque en la oficina me dicen alka-seltzer (antes de operarme los ojos me decían Mr. Magoo).

Y aunque tengo así súper requete claro como pienso (solo me dejo ver desde el centro y hasta la izquierda), los procesos mentales también cambian todo el tiempo.

Así que todas esas maricadas me gusta que combinen con “la pinta” y con “el peina’o”. Y sin intención de echarle vainazos a las “keratinizadas” (porque en todo caso admiro su disciplina), cuando me aliso el pelo en extremo, procuro verme muy seria porque es de esos días en que no quiero que nadie me hable, de pronto muerdo y el seguro no me cubre ese riesgo.

Y me gusta que la gente se de cuenta de que estoy diferente, es como oxigenante desafiar a los intolerantes que se creen lo máximo porque se les arruga hasta para tomarse un café de una marca distinta a la de siempre, esos que miran con recelo cuando me ven con el pelo crespo, y su forma de expresarme que me aprecian solo cuando me lo plancho es decir por la mañana en la oficina “uy, tutuy… ¡se peinó!” en vez de “buenos días”. Y el desafío no es por rebeldía (aunque si da un fresquito… jejeje), sino para tratar de ablandar a los que no les gustan las diferencias (algunos dirán que soy ilusa, pero granito a granito algo se logra).

A manera de chisme: una vez me dijeron “está como corta la falda”. Respondí que sí, que estaba muy corta, y continué con “toca usarla ahora porque cuando tenga su edad no voy a poder ponérmela”. Fue un comentario agresivo, lo acepto, pero en mi defensa: quien me lo hizo debió preverlo porque ese día tenía yo el pelo liso. El caso es que estaba fuera de lugar, desubicada, desacertada. No es mi culpa que no le guste la minifalda, ni es culpa de ella que a mi no me guste su pantalon azul oscuro con la línea de la plancha en la mitad de la bota... y yo no digo nada...

Y a la hora de la verdad, pues diferentes somos todos: los crespos, los lisos, los flacos, los comunistas, los homosexuales, los ñoños, los músicos, los oficinistas, y en general los que sabemos que podemos ser de todo un poco y seguir siendo en esencia los mismos.

Por lo menos lo que soy yo, yo, yo! soy feliz con lo que soy, a veces un poco diferente, y aprecio mucho a quienes además de respetar mis diferencias, las entienden.

Nop, definitivamente yo no me haría la keratina.

POR: AVENTURERA