LOST
Este título no obedece a mi fluido inglés ni a un intento de internacionalizarme, sino solamente a que ayer cuando caminaba por la carrera trece con calle treinta y cuatro me sentí tan pero tan perdida, que me acordé de esa serie que me gustó tanto: “LOST”, y me consolé con el hecho de estar un poco menos perdida que ese montón de náufragos. Aunque eso no me quitó las ganas de sentarme como un niñito chico a llorar en el andén.
Y defino “perdida” para mi: no encuentro el camino que me lleva hacia el punto exacto al que quiero llegar porque no se donde estoy. Ni siquiera supe en qué momento me bajé del bus.
Empecemos porque hace cuatro meses me cambiaron al profesor de yoga. Soy materialmente humana y para no repeler a otro ser humano tiene que haber una corriente de energía que fluya entre nosotros sin nada que fuerce esa situación. Pues eso no pasó con mi nuevo profesor de yoga y la semana pasada tomé la decisión: después de cuatro meses de “respirar” profunda y pacientemente a ver si la energía fluía entre nosotros, consideré que debo dejar la clase por que para mí se había vuelto una tortura obligarme a que me gustara la práctica, y en general obligarme a que el tipo me cayera bien. La realidad es que no va a pasar.
De otra parte, mi historia laboral ha llegado a ese punto tan odiado por todo profesional: “siento que cumplí un ciclo”…. Entonces me pasa lo mismo que con el profe de yoga: la energía entre mi trabajo y yo últimamente no fluye como solía hacerlo y la situación se ha vuelto kármica (no se si esa palabra existe pero no se como mas describirlo). Pero en todo caso hay algo que me dice que no es el momento de dejarlo… Ya llegará la luz, mientras tanto: perdida en la oscuridad. Y ahí sí que estoy perdida, porque verán: puede que en este preciso momento no me guste mi trabajo, pero no saben cuanto lo quiero. Y no se confundan, no estoy lamboneando: mi jefe no lee esto. Entonces no me gusta pero lo quiero, eso dificulta la toma de cualquier decisión.
Y llego en las noches a hacer música con mis amigos, para darme cuenta de que la amistad es la misma pero talvez la música ya no tanto. Tengo que dejarlos que sigan su proceso porque todos van por el mismo camino y la diferente soy yo.
Y así… de pronto… ¡ME PERDÍ!
No sé si debo cambiar el yoga por otra práctica, o conseguir un nuevo profesor; no sé si debo cambiar de trabajo o comenzar con uno nuevo yo solita, o hacerle risas al que tengo a ver si me gusta de nuevo; no sé si sea prudente dejar de hacer música simplemente porque a alguien no le gustó que a mi no gustara lo que últimamente le gusta. El caso es que quiero y sé que tengo que hacer algo por mi cuerpo, por mi profesión y por ni hobby favorito.
Como consuelo, tengo una sensación que me da tranquilidad, y es la misma que tuve cuando llegue a Bogotá el último puente: estoy pérdida, no sé en que parte de la ciudad me encuentro, pero que hijuemadres: venía para Bogotá y en Bogotá estoy… No puedo estar tan perdida, lo que pasa es que el destino es muy grande. Hay quienes no tienen destino, hay gente que ni siquiera sabe a donde NO quiere llegar. Yo como que por lo menos ese pedacito lo tengo claro.
Y pues si sé para donde voy, pero es que ¡carajo! ¿Por qué camino cojo? A la derecha… o ¿a la izquierda? Y entonces siento miedo (entre todos mis miedos porque tengo miles). Como ese niño que no encuentra el camino a la casa y se sienta a llorar en el andén, y les decía que ayer quería hacer eso: sentarme y llorar y llorar y llorar… obviamente que la jornada saturada no me lo permitió. Aunque confieso que cuando era niña era tan resuelta que si me sentía perdida me paraba en la avenida mas cercana a esperar una buseta que dijera unicentro, y ya está, en algún momento tenía que pasar, que desde ese centro comercial ya sabía perfectamente el camino hacía mi casa. Bueno, y no esta demás preguntarse pendejadas como “¿Será que estoy en el lado correcto de la avenida?”. Porque mi hermanito tenía la misma solución que yo a todos sus problemas, y entonces un día tomó la buseta que decía unicentro, pero del lado contrario de la avenida, así que se alejó más de su destino y llego hasta el paradero sin pasar nunca por unicentro. Jajaja, jajaja, tan tierno…
Pero bueno, no me desvío del tema porque de pronto me pierdo. El caso es que, en resumen: sé lo que no quiero, sé a donde quiero llegar, solo que me bajé del bus porque quiero irme en una ruta diferente, con un conductor diferente, por un camino diferente, pero no sé por cual…
Mmm... Pensándolo bien, tal vez no estoy perdida sino abrumada porque se me juntaron tres pérdidas.
POR: AVENTURERA
Y defino “perdida” para mi: no encuentro el camino que me lleva hacia el punto exacto al que quiero llegar porque no se donde estoy. Ni siquiera supe en qué momento me bajé del bus.
Empecemos porque hace cuatro meses me cambiaron al profesor de yoga. Soy materialmente humana y para no repeler a otro ser humano tiene que haber una corriente de energía que fluya entre nosotros sin nada que fuerce esa situación. Pues eso no pasó con mi nuevo profesor de yoga y la semana pasada tomé la decisión: después de cuatro meses de “respirar” profunda y pacientemente a ver si la energía fluía entre nosotros, consideré que debo dejar la clase por que para mí se había vuelto una tortura obligarme a que me gustara la práctica, y en general obligarme a que el tipo me cayera bien. La realidad es que no va a pasar.
De otra parte, mi historia laboral ha llegado a ese punto tan odiado por todo profesional: “siento que cumplí un ciclo”…. Entonces me pasa lo mismo que con el profe de yoga: la energía entre mi trabajo y yo últimamente no fluye como solía hacerlo y la situación se ha vuelto kármica (no se si esa palabra existe pero no se como mas describirlo). Pero en todo caso hay algo que me dice que no es el momento de dejarlo… Ya llegará la luz, mientras tanto: perdida en la oscuridad. Y ahí sí que estoy perdida, porque verán: puede que en este preciso momento no me guste mi trabajo, pero no saben cuanto lo quiero. Y no se confundan, no estoy lamboneando: mi jefe no lee esto. Entonces no me gusta pero lo quiero, eso dificulta la toma de cualquier decisión.
Y llego en las noches a hacer música con mis amigos, para darme cuenta de que la amistad es la misma pero talvez la música ya no tanto. Tengo que dejarlos que sigan su proceso porque todos van por el mismo camino y la diferente soy yo.
Y así… de pronto… ¡ME PERDÍ!
No sé si debo cambiar el yoga por otra práctica, o conseguir un nuevo profesor; no sé si debo cambiar de trabajo o comenzar con uno nuevo yo solita, o hacerle risas al que tengo a ver si me gusta de nuevo; no sé si sea prudente dejar de hacer música simplemente porque a alguien no le gustó que a mi no gustara lo que últimamente le gusta. El caso es que quiero y sé que tengo que hacer algo por mi cuerpo, por mi profesión y por ni hobby favorito.
Como consuelo, tengo una sensación que me da tranquilidad, y es la misma que tuve cuando llegue a Bogotá el último puente: estoy pérdida, no sé en que parte de la ciudad me encuentro, pero que hijuemadres: venía para Bogotá y en Bogotá estoy… No puedo estar tan perdida, lo que pasa es que el destino es muy grande. Hay quienes no tienen destino, hay gente que ni siquiera sabe a donde NO quiere llegar. Yo como que por lo menos ese pedacito lo tengo claro.
Y pues si sé para donde voy, pero es que ¡carajo! ¿Por qué camino cojo? A la derecha… o ¿a la izquierda? Y entonces siento miedo (entre todos mis miedos porque tengo miles). Como ese niño que no encuentra el camino a la casa y se sienta a llorar en el andén, y les decía que ayer quería hacer eso: sentarme y llorar y llorar y llorar… obviamente que la jornada saturada no me lo permitió. Aunque confieso que cuando era niña era tan resuelta que si me sentía perdida me paraba en la avenida mas cercana a esperar una buseta que dijera unicentro, y ya está, en algún momento tenía que pasar, que desde ese centro comercial ya sabía perfectamente el camino hacía mi casa. Bueno, y no esta demás preguntarse pendejadas como “¿Será que estoy en el lado correcto de la avenida?”. Porque mi hermanito tenía la misma solución que yo a todos sus problemas, y entonces un día tomó la buseta que decía unicentro, pero del lado contrario de la avenida, así que se alejó más de su destino y llego hasta el paradero sin pasar nunca por unicentro. Jajaja, jajaja, tan tierno…
Pero bueno, no me desvío del tema porque de pronto me pierdo. El caso es que, en resumen: sé lo que no quiero, sé a donde quiero llegar, solo que me bajé del bus porque quiero irme en una ruta diferente, con un conductor diferente, por un camino diferente, pero no sé por cual…
Mmm... Pensándolo bien, tal vez no estoy perdida sino abrumada porque se me juntaron tres pérdidas.
POR: AVENTURERA
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