NO SOMOS NADA

A veces me dan los ataques de filosofía cuando tengo esas conversaciones a la hora del té con mi mamá, y mi hija se encuentra entre medio. No me acuerdo de quien hablábamos pero su edad salió a relucir y seguramente era un vejete porque el aparte de la frase de mi mamá que llamó la atención de mi hija fue “hace cuarenta años”. Esta pequeñita que disfruta increíblemente estas oportunidades para hacer sumas y restas, le restó cuarenta a siete y cuando el resultado se le salió de las manos exclamó: “¡AH! Mami, hace cuarenta años yo no existía…”, se quedó pensando unos segundos más y completó con esto que era como cuestionar el origen de su existencia: “¡MA! Y TÚ TAM-PO-CO!”. Tiene siete años y su visión del origen de la vida va hasta la panza de su mamá, así que imagino que es duro para ella pensar que esa panza en alguna época no existía.

El caso, es que mi mamá complementó la conversación con la frase que realmente me dejó cabezona: “Si. Hace cuarenta años ni tú ni tu mamá existían, y el mundo aún así funcionaba perfectamente”.

Se acuerda uno de los chistes del borracho en un funeral que dice desesperadamente “no somos nada” y ese cuestionamiento viene a la mente de forma inesperada a la hora del té. Es que el mundo funcionaba perfectamente antes de mi existencia y funcionará perfectamente cuando de mi no queden “ni los huesos ni la carne ni la raspa” (esa frase me la robé de la participación de Juan Tamariz en un show del festival del humor en Colombia). Pueden morir miles de niños diariamente de hambre, y la tierra continúa girando alrededor del sol. Puede mi novio de turno (como le dicen mis primas al pobre) mandarme a freír espárragos y yo puedo llorar y dejar de dormir y sentir que ya nada será igual nunca más y que nada peor podría pasar y lo cierto es que si acaso mi mamá tendrá que consolarme un par de días, pero la vía láctea no se ha alterado en lo más mínimo.

Así que para alterar el orden del universo, o marcar una diferencia en el funcionamiento de algún sistema solar, hace falta algo más que la existencia de un ser humano. Y en todo caso, si borráramos del mapa el sistema solar que habitamos, ¿qué? Eso se oye terriblemente fatalista, ¿no les parece? Entonces puedo pensar que realmente podría comportarme como me dé la regalada gana, y nada de eso alteraría el eje del universo (de pronto esa es la filosofía bajo la que operan los políticos en este país). No pasa nada con esta especie. El único inconveniente es que en algún momento me pusieron un chip que no me permite sentirme bien con el hecho de hacer lo que me dé la gana, y algunos terminamos hasta obsesionados con el “deber ser”.

Hace un par de millones de años, esta especie no existía, y el mundo funcionaba perfectamente. Incluso, desde el punto de vista de otras especies, funcionaba un poco mejor: no había bípedos que con una sonrisa pos – ortodoncia se enorgullecieran de cazarlos.

La verdad duro noches enteras cabezona preguntándome si mi existencia tiene alguna repercusión de algún tipo (prohibido hacer comentarios religiosos) y por más que analizo todas las aristas, siempre llego a la misma conclusión: no tengo el conocimiento suficiente para entenderlo. Y en todo caso, con el conocimiento que tengo a hoy la respuesta es: ¡NO! Mi existencia no influye en la fuerza de gravedad de la tierra, ni en el comportamiento de las estrellas, ni en el calendario maya. Mi existencia es totalmente irrelevante para el funcionamiento universal.

Y así, cuando entiendo que no entiendo nada (si en este momento está pensando en comentar: “solo sé que nada sé”, póngalo pero no es original), el único razonamiento válido que me impulsa a sobrevivir es algo como: no tengo la más mínima idea de porqué me pusiste aquí, y si no me lo dijiste es porque no quieres que lo sepa, además de no saber a quien carajos le hablo, así que lo único que puedo hacer es disfrutarlo.

Y llego siempre a la misma conclusión: mientras no tenga más información la única finalidad de vivir es estar constantemente contenta con mi vida. Eso implica revelarme ante los paradigmas, las religiones, el “qué dirán”, tomar decisiones que no siempre serán las que los demás esperan, e ir constantemente contra la corriente, porque es que a mi no me consuela la existencia del cielo ni me asusta la existencia del infierno. A eso pueden sumarle que mi concepto del “deber ser” dista en general del que tienen los demás, así que a pesar de tener la convicción personal de que generalmente y en la medida de mis posibilidades hago lo correcto, para muchas personas simplemente no cumplo con el rol social que ellos esperarían.

Tom Cruise y Katie Holmes se separaron y el mundo continúa girando. Fue una muy buena respuesta cuando le pregunté a una amiga a cerca de si no le daba miedo que su futuro matrimonio no funcionara.

Nada pasa. Nada es importante. Las cosas tendrán en nuestras vidas únicamente la relevancia que cada uno de nosotros le dé.

Pero hay algo de lo que si estoy segura: estoy viva. Los demás también. Eso me obliga a delimitarme y es de ahí de donde surge mi “deber ser”: estar constantemente contenta con mi vida siempre que eso no impida que los demás lo estén. Mis libertades van hasta donde empiezan los derechos de los demás. Así la felicidad de otro no me haga feliz, no puedo interferir en una vida ajena por que le daré permiso al otro de que lo haga también.

Uy carajo, me estoy sintiendo como en libro de superación personal. Dejémoslo hasta aquí.

POR: AVENTURERA

Comentarios

  1. Oh!! Carlita, como me alegra tener noticias tuyas. Ten cuidado con tanta filosofia no sea que se te tueste la cabeza aun mas, ja ja ja.
    Recibe un abrazo inmensamente caluroso. Se te quiere.

    P.D. ME ENCANTAN TUS ESCRITOS!!!

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