TENGO UN GATO EN EL TEJADO



Llevo un rato en mi cocina escuchando como un gato camina sobre el tejado, sintiendo sus pasos y preguntándome por qué no sigue su camino, aunque en realidad lo que me gustaría es que entrara. 

Cuchichié varias veces para ver si llamaba su atención, pero nada, no entra a mi cocina, y tampoco se va del tejado… Me tiene loca porque ni raja ni presta el hacha. Pero eso me gusta: él no entra porque no me conoce, desconfía, cuida de sí mismo, pero no se va porque quiere conocerme. Los gatos son lo máximo.

Hoy en día en mi casa hay un perro. Él es muy lindo y muy querido (bueno, a veces muerde a las visitas pero que le hacemos) y confieso que me he encariñado con esa carita tan dulce que hace que uno se aguante el olor a perro. Pero lo cierto es que a mí me gustan más los gatos.

Cuando tenía siete me regalaron uno. Cómo lo quise. Murió tres años después por las secuelas de las heridas consecuencia de pelea callejera, muy posiblemente por una linda gatita de dudosa reputación.

Es que los gatos, y particularmente éste que ronda el tejado de mi casa, son bien especiales. Este gato en las mañanas se echa en el andén frente a su casa a recibir el sol. Yo paso a las 6:30 a.m. a su lado en mis tacones (que aún no sé cuándo podré volver a usarlos) y él ni se inmuta. Y lo que realmente me sorprendió hace unas semanas fue ver como otra vecina paso por su lado con su perrito, y el gato no se movió, solo miró al can advirtiéndole que ese era su lugar. Me lo imagino pensando: "tengo mi lugar en el mundo, nadie podrá quitármelo". Y es que nadie, por perro que sea, debería poder quitarnos nuestro lugar en el mundo.

Los gatos están domesticados, son consentidos y también consentidores, se alegran de que llegues a casa sin despertar a los vecinos con el escándalo ni hacerse pipi sobre la alfombra, y puedes dejarlos solos hasta tres días contando con que ellos racionarán la comida que les dejes servida e irán al baño en una cajita con arena acomodada en unas dimensiones ridículas. De hecho, a veces ellos también se van dos o tres días y uno descansa un poco.

Vamos sacando conclusiones: son cariñosos sin ser intensos y dependen de ti sin dejar de hacer lo suyo ni quitarte la totalidad de la libertad de moverte. 

Muchos niegan las cualidades de los gatos y dicen que no son de confiar, porque son esquivos y cautelosos. Yo, por el contrario, admiro y envidio esas cualidades. Creo que acuden muy sabiamente a su instinto de conservación y no le entregan su vida a cualquier amo, sino que se encargan de buscar uno que realmente los quiera. Y si se equivocan y dan con un canalla, sin dudarlo se van. Cuando encuentran un buen amo se quedan, pero igual se pegan sus escapaditas porque su felicidad depende de tener sus necesidades básicas satisfechas, y así pueden entregarse con mayor transparencia a ese amo que han escogido, además de asegurarse de no atosigarlo. No tienen problemas con la soledad cuando uno eventualmente los deja solos, porque son animales seguros y saben que uno regresará. En fin… es una relación en la que ambos pueden darse el lujo de oxigenarse y de seguir haciendo lo suyo con la certeza de que el otro continúa allí porque quiere.

Pero la mayoría de las personas prefieren a los perros. ¿Qué será? ¿Será que el egocentrismo humano, en especial esa parte que gira alrededor de sentirnos necesitados por seres “inferiores”, puede más que el ser humano mismo? (sé que está de moda eso del lenguaje incluyente pero les advierto: además de que estoy en desacuerdo, ni por el chiras voy a escribir seras humanas). No vayan a confundirse: yo si quiero a los perros, pero insisto: prefiero a los gatos. 

Lo que pasa es que a mí, personalmente, me da pesar ver como un pobre animalito vive en función de uno, solo está feliz si uno está en la casa, y uno puede echarlo infinitas veces que este pobre personaje domesticado no tiene dignidad y siempre regresará a pesar de los múltiples rechazos. Eso no me parece bien. Y la mayoría de las personas se aprovecha de la nobleza de estos pobres. Es una relación… desigual.

El gatito tiene una vida propia, y lo acompaña a uno sin vivir el mundo a través de ojos ajenos. Es como la pareja ideal… 

Es que el perrito tiene la personalidad típica de la víctima de bullying, y parece que a nuestra especie le fascina saber que puede hacer lo que quiere con otro ser vivo, y tener la certeza de que este ser indefenso siempre regresará por más. 

Gatito, gatito, es en serio: ¿por qué no entras? Si quieres dejo al perro en la calle mientras tanto, mira que él no se pone bravo.

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POR: AVENTURERA

Comentarios

  1. Considero que tienes razón en tu conclusion, los perros fueron "creados" por los humanos para su total beneficio. Así, que sean criaturas vulnerables, dependientes y sumisas las hacen el animal perfecto para satisfacer la necesidades controladoras que tenemos los humanos. Sin embargo, también los amamos como familia. Depronto esa naturaleza sea la razón por la que no me imagino la vida sin mi perro.

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