EL ALTAR, EL APOCALÍPSIS Y UNA ENTREVISTA DE TRABAJO



Tengo un trabajo que adoro, y si me retirara de él sería para independizarme. Pero, de todas formas soy humana y caigo en eso de imaginarme en circunstancias en las que nunca voy a encontrarme, como en el altar de una iglesia, que Bogotá se convierta en un escenario apocalíptico invadido por los zombis, o en una entrevista de trabajo.

Y comienzo a divagar: ¿un vestido blanco? Nooooo… mejor uno rojo minifaldudo con liguero y bien escotado para poner en evidencia frente a la audiencia la humanidad del cura. Aunque pensándolo bien, para que el escote fuera provocativo tendría que pensar primero en ponerme unos implantes mamarios… y eso tampoco va a pasar.

Tampoco seré la sobreviviente en un escenario apocalíptico, porque ya tengo claro que ni el cielo ni el infierno existen, entonces no necesito de unos minutos más antes del fin del mundo para demostrar mi generosidad infinita y menos mi arrepentimiento. Pero en todo caso, una nunca sabe… es mejor tener buenos cuchillos en casa, un excelente escondite, provisiones en lata, y, sobre todo, ¡SOBRE TODO! Un buen estado físico. Obvio: para poder huir de los zombis si éstos resultan inmunes a los cuchillos.

Y cómo les decía al principio: me encanta mi trabajo, y si lo dejara, o él me dejara a mí, exploraría primero que todo la opción de trabajar para mí misma – valga la redundancia -  entonces no soy tampoco candidata a una entrevista de trabajo (por lo menos en el futuro inmediato, porque con la inestabilidad económica de este país uno no puede decir que de esta agua no beberé). Pero me pasa igual: a veces me encuentro con mi mente divagando sobre las probables preguntas y respuestas para cuando a mí me pase. Y bueno: recordando las que me han pasado.

Y empiezo a soñar despierta con que realmente me encantaría poner en su lugar a ese tipo de entrevistador que detrás de su escritorio se pone la mano en el mentón con el dedo índice sobre la boca tratando de hacerse el interesante, y el otro brazo recostado en el brazo de la silla tratando de fingir que esta comodísimo como si toda la vida hubiera estado ahí, como si todo el imperio fuera de su propiedad. Luego me mira arrugando los ojos y me dice: "Y tú ¿por qué crees que eres adecuada para este puesto? Porque uno de tus competidores te lleva de ventaja diez años de experiencia laboral". Y ahí entra mi fantasía en la que le respondo: "el que me llamó a entrevista fue usted, y si cree que aquel con mas experiencia es mejor que yo, nada de lo que le diga en este momento va a hacerlo cambiar de opinión. Mejor no pierdo mi tiempo". Me paro y me voy, pero antes de cerrar la puerta le digo que "el de la experiencia no debe ser muy bueno si está aplicando a este cargo con la chichigua de sueldo que ofrecen".

Pagaría por cachetear a uno de esos headhunter que me han preguntado cuál es mi peor defecto, y que además después de ser sincera, contrate al entrevistado  del lado que dijo que su peor defecto es ser demasiado perfeccionista. Claramente un psicólogo con experiencia debería tener claro que ahí pasa una de dos cosas: o se copió la respuesta de todos los colombianos recién egresados de la universidad, o es un obsesivo con candidatura a maniático, y ninguna de las dos cosas es buena.

Sueño despierta con decirle a un psicólogo que lo único que veo en esas tarjeticas son manchas rojas y negras, y que, como con las nubes, podría hacer de cuenta que se parecen a algunas formas, pero que en realidad no lo son. De hecho, una vez lo hice y la mujer insistía en que no eran dos círculos con un rectángulo abajo cada uno, sino dos personas tocando el tambor. Al final propuse que, teniendo en cuenta que en definitiva no se trataba de dos figuras humanas, y que respetaba su inmensa imaginación, llegáramos al acuerdo de que se trataba de humanoides, y ella acordó no recomendar mi contratación.

¿Por qué tienen el tupé de preguntar si a uno le gusta trabajar horas extras? “Sí, señor. Y si no me las pagan mejor aún”. Nooooooo………………………………………..

Sería lo máximo poder manifestar que considero que mi peor defecto es recibirle a mi jefe todo el trabajo que considere que mi lomo aguanta y por el mismo sueldo. Pero para un entrevistador, esa sería una cualidad que denota compromiso por parte del trabajador. Me encantaría decirle a un entrevistador que mis defectos no le incumben, que debería leer otra vez El Principito y que a cualquiera que le pongan al líder adecuado rinde increíblemente. Pero si entro echándole la culpa al jefe de todo lo malo que suceda… pues hasta ahí llegaría mi candidatura.

Apuesto a que sí se acuerdan de ese ejercicio en el que le ponen a uno unas figuritas y a partir de ellas uno tiene que completar el dibujo. Pues bien, una vez me pusieron entre esas figuras, un círculo y dibujé un reloj. El “profesional” asignado a mi evaluación concluyó que siempre estoy de afán, y un abogado no puede ser afanado porque imagínense, con la eficiencia de la justicia en este país… El pobre se enloquecería. Ningún entrevistador concluiría que se necesitan abogados afanados que puyen a los jueces en vez de dilatar los procesos.

Pero bueno, el caso es que no va a pasar.


POR: AVENTURERA

Comentarios

  1. Bien, muy bien, como siempre impecable y exelentemente descrito, me sigue gustando mucho tu forma de ver la vida.

    Ya tu sabes quien soy, besitos

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  2. aca les dejo un regalito. TODO PUEDE PASAR :P

    http://www.youtube.com/watch?v=NCd0fz22WYI

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