LO MÁS IMPORTANTE QUE HEMOS HECHO



Siempre he querido escribir sobre este tema sin que parezca un sacrilegio. Pero después de tres años de estar publicando mis notas he entendido que eso no va a pasar, así que qué caray, en algún momento hay que decir las cosas.
Acabo de pasar por mi segundo embarazo. Del primero ya no me acordaba, obvio, sino no me metía en el segundo. Y eso es lo que nadie nunca nos dice, y si se habla del tema se habla en secreto.
De las muchas mujeres con quienes he hablado, algunas pocas aseguran que realmente les ha gustado estar embarazadas. Las demás se dividen en dos grupos: unas no lo han estado y le tienen pavor, y otras se han arriesgado simplemente porque tener un hijo es un acto de fe y el sacrificio vale la pena en la medida en que el resultado va a ser lo más importante que hemos hecho.
Yo entonces pertenezco a este último grupo: el de las embarazadas que se ahogan solo con levantarse de la cama, que vomitan hasta el último mes, que sufren de migrañas, agrieras, lumbagos, hinchazón (de todas las partes del cuerpo que puedan hincharse), de asco inexplicable hacia olores, comidas y hasta personas, de cansancio permanente, hipertensión, ataques voraces de hambre, antojos, subidas de peso de 17 kg en adelante, y no se imaginan cuantas cosas más.
Y algunos dirán: y entonces para que se mete en esas. Y lo dicen así, despectivo y sin signo de interrogación porque no puede haber ahí más retórica venenosa. Pues precisamente ese era mi sueño cuando estaba embarazada: poder quejarme de todos los males que eso conllevaba sin que me salgan con uno de estos comentarios misóginos de pacotilla.
En mi caso particular básicamente me he metido en estas ya dos veces porque me ha dado la gana. Porque de las pocas cosas en las que nadie puede, ni debe meterse, es en el número de hijos que decidimos tener, y en mi caso particular, porque es lo más importante que he hecho. Y me siento orgullosa.
Entonces sí me gustaría escribir estas pequeñas notas sobre el embarazo, que para mí en particular ha sido, hasta donde me acuerdo, peor que una tusa. Porque es que cuando usted anda entusado, tiene un abanico de posibilidades para cambiar su estado anímico así sea momentáneamente y descansar un rato de esa tortura.
En el embarazo no hay forma de desatornillarse la barriga para descansar unos minutos y agarrar fuerzas para continuar. No señor. Es de un solo jalonazo. No admite pausas, descuidos ni aguas tibias. Usted ya se metió en lo que se metió y lo mínimo a lo que debe tener uno derecho es ¡a quejarse! A quejarse sin que nadie cuestione decisiones personales alrededor de la maternidad y muchas veces hasta de la sexualidad. Sino, para qué abrió las piernas.
Decidimos tener un segundo hijo, y en todo caso, cuando supe que estaba embarazada, no sabía si estaba feliz o si estaba furiosa. Hoy sé que puedo sentir esas dos cosas al mismo tiempo, y que no está mal, y que no es tan raro.
Haber quedado embarazada significaba de entrada para mí, una feminista empedernida, encargarme sola del bebé durante los meses en los que estaría dentro de mí. Y aquí algunos dirán que es compartido, que un padre responsable y sensible te acompañará en el proceso, lo cual es cierto y es una experiencia excelente! Pero se trata precisamente de eso: físicamente es imposible que el padre del que está por nacer haga algo más que acompañar. No es de ganas, de bondad ni de responsabilidad, sino de esta cruel y despiadada naturaleza. Así la responsabilidad del cuidado diario es 100% del miembro de la pareja que se encuentra en estado de embarazo.
También me auto-cuestioné sobre el destino de este blog, sobre mis lectores, sobre el redireccionamiento de mis aventuras (porque jamás dejaré de ser aventurera), sobre mis logros, mi profesión, mi hija mayor, mi relación de pareja.
Esto último, es información que toda pareja debe tener para tomar una decisión consciente: los hijos le quitan tiempo a la relación de pareja así el planeta entero se pare en las pestañas y hable de los nuevos espacios y yo no sé qué cosas más. Así que cuando usted decide en pareja tener un hijo, debe entender que el otro lo quiere, que lo quiere desde antes, y que si todo sale bien, su pareja es quien al final habrá de quedarse a su lado, no sus hijos. Así que ese lazo debe ser de acero. Si el amor no está claro, comienzan a materializarse riesgos anunciados.
Hay algo que a muchas mujeres nos da pena confesar, y me incluyo, pero creería que la mayoría lo pensamos, y a pesar de que nuestras vidas no giren alrededor de eso, si nos da un poco de nostalgia: mi cuerpo va a quedar hecho una miseria. Y es verdad. Aunque también es verdad que la mayoría se recupera. Con esfuerzos casi inhumanos, pero es posible.
Entonces, volviendo al tema, todo esto me chocó la cabeza cuando supe por segunda vez que estaba embarazada.
Ahora sumemos a esto todas las cosas buenas del embarazo y de la maternidad que andan diciendo por ahí. Porque creo que también son ciertas. Y así no más se mete uno entonces en este acto de fe y se aguanta un embarazo.
Algunos días después del alumbramiento, algunos meses, algunos años, y muchas primaveras después, viramos la cabeza unos grados para contemplar el producto de toda esta hazaña, para darnos cuenta de que es LO MAS IMPORTANTE QUE HEMOS HECHO.

POR: AVENTURERA

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