DE MAMÁ A NO TAN MAMÁ



Estaba sentada sola en una mesa en medio del colegio de mi hija mayor, mirando… no sé lo que miraba en realidad pero de tanta miradera me di cuenta de que todas esas mamás son iguales. 
Y yo planeo la forma en que me visto y adecúo totalmente mi lenguaje para venir aquí y no verme tan distinta. Entonces me encontré preguntándome porqué me siento tan diferente a todos, porqué me siento tan lejos de esta cultura. Esta cultura de la que, de hecho, yo soy el resultado.
Me pregunte si a las demás mamás les pasa lo mismo: se sienten tan diferentes a las otras… tan desencajadas como yo. Y eso tendría cierto sentido y explicaría por qué todas tienen comportamientos parecidos, pintas parecidas y peinados parecidos en este tipo de eventos: igual que yo, lo han planeado toda la semana. Para poder encajar.
De hecho hablamos todas igual. Adquirimos una jerga “mamística” que nos caracteriza. No usamos groserías así la ocasión lo amerite, y empezamos a usar primero expresiones bogotanas como “regio”, “ala”, “chinitos”, y cuando entramos en confianza ya usamos las ochenteras como “qué machera”, “es una nota”, “eres genial” y “nunca cambies”. Nos convertimos en esa familia rolo-perfecta que el colegio nos exigió que fuéramos para admitir a nuestros hijos ser parte de él. Bueno, por lo menos bajo la idea de perfección que ellos nos venden.
Entonces me consuelo y pienso que todas están fingiendo igual que yo, y en el fondo son ese ser humano por el que se da uno tantos tropezones en la existencia para poder llegar a ser. Un ser único e irrepetible, que nadie entienda, pero que haga el intento por entender a los otros, que le aporte a la sociedad, y que ese aporte no sea en dinero. O sea, una persona de bien.
Pero puedo atormentarme más aún: pareciera que cuando nos convertimos en mamás, la sociedad se encarga de anular todos los demás aspectos de nuestra personalidad y de nuestra humanidad. Pareciera que perdiéramos ciertos derechos aunque no sé cuáles con exactitud, porque esta pendejada no la había pensado antes así que no la he martillado lo suficiente.
Es como si cuando quedáramos embarazadas firmáramos un contrato para que nos den el título de maternidad y al momento de la matricula nos dieran la lista de las Condiciones de Uso:
Señora mamá: al adquirir usted el título de maternidad perderá todos los demás títulos adquiridos durante su existencia, incluido el de “la que más bebía en la universidad”, y “la más delgada de sus amigas sin hacer dieta”. Podrá ejercerlos solo como un complemento o un medio para poder mantener el título de maternidad. Nunca podrá realizar nuevamente ninguna actividad en beneficio propio y deberá ajustarse a las condiciones de este documento para poder ser aceptada por las demás que ostenten el título. A continuación relacionamos algunos ejemplos que enmarcarán su comportamiento de ahora en adelante:
- No podrá trabajar para su subsistencia, sino que deberá hacerlo para la de sus hijos. En caso contrario, mejor no trabaje.
- Solo podrá vestirse con ropajes adecuados para el título. Olvídese de sus estilos anteriores. Nada de vestirse como teenager y/o similares. Esto puede hacer que la confundan con mujeres que no ostentan el título.
- Si tiene tatuajes, bórreselos. Si no es posible, quémese y diga que pasó rescatando a alguien de un incendio.
- Si tiene pearcing simplemente quíteselo. Si es en la nariz, diga que el huequito le quedó como cicatriz de la varicela.
- No podrá asistir nunca más a una fiesta sin justificación. Los cumpleaños de familiares son permitidos siempre que no protagonice ningún capítulo de embriaguez evidente.
- Si no probó alguna cosa de la que tenía ganas antes de ser mamá, se jodió.
- Si probó alguna cosa, cualquiera, que vaya en contra de filosofías morrongas, niéguelo para siempre.
Y finalmente, pues no me han gustado para nada las condiciones de uso así que he llegado a concertaciones conmigo misma: no soy una madre extraña ni diferente. Soy una madre y punto, lo que pasa es que también soy otras cosas: soy la alumna, la profe, la madre y también la hija, la que pone a veces límites y otras veces la que rompe algunas reglas. Soy la que la caga… y bastante a veces. Cometo errores y reconozco que de vez en cuando ni los reconozco. Soy mamá pero no soy tan mamá. Sigo siendo un poco… humana.
En todo caso, si no los he convencido, aquí quedan las condiciones de uso a disposición.

POR: AVENTURERA

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