"MAL PORTADA"


Con ocasión de la visita del Papa, me vino a la mente el recuerdo de lo valioso que era en la infancia hacer parte del rebaño. Ser diferente era motivo para ser el rechazado del salón, etiqueta que era casi imposible de quitarse a lo largo de la vida. Nos enseñaron que salirse de los esquemas nos convierte en los odiados, así que nos gusta que nos digan qué es lo que tenemos que hacer, porque odiamos pensar. Estamos dentro de corrales muy limitados: Para recibir al Papa hay que paralizar la ciudad, poner la casa bonita, tapar los huequitos y de paso, desaparecer algunos dolores de cabeza -como habitantes de la calle… como por poner un ejemplo, uno bien asqueroso-. Entonces todo listo para que él vea todo parejito, cuan parte del rebaño hacemos, lo perfectos e igualiticos que somos todos,  somos todos ovejas, y blancas. No se admiten ovejas negras, ni siquiera cafecitas. Y si no eres oveja… olvídate de tu cupo en el cielo. Porque, pensando aquí güevonadas, si uno es oveja negra, el día del funeral se pinta el pelo o se da un bañito con decol, y pasa… cierto? O como dicen los católicos: se confiesa. 


Me acordé de mi matrimonio. El último. Recibimos cientos de llamadas. Los invitados eran pocos pero cada uno llamó como siete veces: ¿qué hay que ponerse? Casi nadie fue capaz de resolverlo solo, de manera individual, y decir: así quiero verme, así quiero presentarme al mundo, voy a ponerme esto para ir y mirar a Carla a los ojos y decirle: ¿otra vez? No. Todos esperaron intensamente a que alguien les diera instrucciones. Primero dijimos: vayan como quieran. Todos enloquecieron. La idea de no tener corral y no hacer parte de un rebaño, de llegar a un lugar y no haberse puesto lo mismo que todos los demás, los enloquecía. Finalmente dimos unas instrucciones difíciles de seguir a ver si dejaban volar su imaginación, pero la mayoría, en efecto, hizo caso. 


Y la cuestión es ¿porqué pasa esto? Bueno, lo del tiquete al cielo es bastante convincente, no? Pero si no creemos en el cielo tenemos una cuestión. Parece que cuando nos salimos de los esquemas, innovamos, o tratamos de ser diferentes -no por el simple hecho de ser diferentes sino para ser nosotros mismos- todos ponen sus ojos encima, y no para valorar la diferencia ni para resaltar lo que valdría la pena copiar, sino para convertirte en la comidilla de las tardes de chisme de esos rebaños impolutos para los que eres una amenaza.


Nunca me he sentido cómoda con los estereotipos, y he sido víctima de matoneo, he sido juzgada , y he tenido que hacerme la pendeja cuando he encontrado a los amigos rajando de mí sobre la última vez que rompí la etiqueta. No me deprimí, no me morí, me dolió un poco el estómago pero se quitó con abdominales y ahora me veo más kool. Y aquí sigo esperando la próxima oportunidad para ir “mal portada” al compromiso social que sigue! 

¿Cuándo entenderemos la belleza de la diferencia? 


Y bueno, tengo que confesar que no es por la visita del Papa. Es que tengo un matrimonio el 16 de septiembre... no tengo idea de qué ponerme... y si la cago... tendré que portarme mal y repetir vestido.

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POR: AVENTURERA

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