#queamimegustaescoger

Desperté desubicada, como casi todos los días. Me preocupa todo pero no me importa nada. Y eso me confunde. En principio me confunde no saber si estoy deprimida o si estoy ansiosa. Luego asumo que puedo sentir las dos cosas y contradictoriamente lo que me confunde es esclarecer que no hay escapatoria, que lo que hay es una lucha inmanejable entre la procrastinación y el agobio.


Tengo que hacer una lista porque se me olvidan las cosas. Pero mejor no la hago porque me preocupo más y termino castigándome por mi recurrente procrastinación. Más bien me sirvo una copa y me fumo un cigarro a ver si surge una oportunidad que me deje empezar de nuevo; al fin dormirme, AL FIN! Para despertar desubicada, como casi todos los días.

Y eventualmente sentir que encajo, y que me pasan las mismas cosas que a otros: un día igual, tras otro igual, para que no se nos olvide que en el sacrificio se santifica el alma.

Después de esto, alguien que tampoco encaja revela mi edad en el teatro, sugiriendo que debo sentirme ofendida por tener la edad que tengo, responsabilizándome del paso del tiempo y alentando a la gente a que se ría exactamente de eso, exactamente por eso, y exactamente de mí. El resultado es sorprendente: La gente SÍ ríe.

Son 40 años. Sin peros, sin "lo importante es sentirse joven por dentro", sin "cómo estás de conservada", sin "#laedadnotedefine", sin "revelas menos", sin "si te operas no te juzgo", sin  #lobailaonadieseatrevaaquitarmelogranhijueputa".

Son 40 años. No son los nuevos 30, ni ninguna de esas frases que tratan de convencerte de que el problema es tu edad, y que la solución es que finjas que no es tu edad, porque es mejor tener 30. Son 40 años. Y si fueran 50 te sugerirían fingir que son 40, pero no vas a saber como fingir que tienes 40, porque a los 40 fingias que tenías 30... y así...

Entro al escenario y, entiendo finalmente que, mi edad causa molestia al público. Que se sienten incómodos. Y que entonces debería avergonzarme de untarlos de vetustez.

Entiendo más cosas: como que, a medida que me hago más vieja, estoy más expuesta a recibir miradas gratuitas de reproche. Que hoy se ofenden porque una cuarentona ande... por ahí... iniciándose en el "estancomedi". Que mañana se ofenderán porque aún disfruto del sexo, y me calificarán de grotesca e impertinente, porque se supone que debo olvidarme de ser sexy y, obvio, debo abstenerme de ver sexy a alguien más. 

Porque así nos volvemos las mujeres con la edad: feas, viejas, gordas, arrugadas. 

Los hombres no. Los hombres sólo son personas con derechos, que están ahí... a nadie le importan, porque a ellos no tienen que endulzarlos con problemas inexistentes, ni existenciales para que no ejerzan su derecho al sufragio. 

Y cuando nos miran, y nos abrazan, y nos cogen rico, y les cogemos riiiicoooooo, porque quieren que lleguemos, debemos callar y avergonzarnos por haber propiciado que un inocente viejito hijueputa se enamore de nosotras, las entradas en años. 

Porque la que truncó sus relaciones por falta de AGUANTEEEE, debe asumir las consecuencias y calentar sus pies sola por el resto de los días, porque una mujer digna debe ser considerada con los niños de dieciséis años, y no contaminarles la cabeza con el hecho de que sigo siendo un ser humano. Porque qué despropósito.

Y así, la gente más joven que yo, me presionará con ahínco para que abandone el ruedo. Hasta que la vejez me bendiga con la virtud de olvidar, y poder finalmente entregarme a disfrutar el hecho de haber escogido despertar desubicada, como casi todos los días. 

POR: AVENTURERA 
@carlareyescorrea

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